Alexander Sorloth apuntó un 4 con su mano derecha para festejar su cuarto gol, el cuarto del Atlético. El cuarto de un partido en el que daba la sensación de que sólo jugaba él. Cada pelota lo buscaba y él siempre y en todo momento procuraba la red. De esta forma sucedió en cuatro oportunidades. A los once minutos ya había marcado tres para hallar el triplete mucho más tempranero de la narración de la Liga. A la media hora ya había sumado otro mucho más , el cuarto. Solo le hacía falta el pulgar para completar la manita.
Todo era simple para Sorloth, que marcó los 4 con la pierna izquierda, pero cada uno de una manera. Era la mejor forma de reivindicarse de un jugador que parecía culpado a tratar de arreglar los partidos desde el banquillo. Era un triunfo del noruego, al que se le escapó el Pichichi en el último partido de la temporada pasada y asimismo un aviso para Simeone, que se empeñó en almacenar los goles del noruego en el banquillo mientras que exprimía a Griezmann a pesar de que no era el mismo desde el cambio de año.
No se encontraba la lengua francesa desde el principio y tampoco Julián Álvarez, conque el Cholo decidió evaluar. Le puso un extremo a cada lado a Sorloth y desde los extremos llegaron el primero y el cuarto. Y pudo haber llegado uno más si el remate de Sorloth no se hubiese estrellado en el larguero.
Se fue el noruego, que es de nuevo el máximo goleador del equipo , cuando quedaba un cuarto de hora para el final y se llevó el aplauso de su afición, aunque no parecía conmovido. Tampoco cada vez que le marcaba un gol al grupo y al entrenador que le trajeron a España.
Era un partido especial por muchas cosas. Para Sorloth pues se encaraba a su primer aparato en España, aunque no tuvo ni siquiera un mínimo de compasión. No se le ocurrió tampoco caer en la tentación de no festejarlo. Esa tradición actualizada importada de Argentina en la que frecuentemente se mezcla el temor a la reacción de la hinchada con el auténtico sentimiento.
Era también jornada de festejo para el Atlético, que celebraba el día del Niño, aunque fuera a deshoras por los horarios programados por la Liga. Y día también de recuerdo. Por la megafonía a sonaba antes del partido el «Soy un colega del Atleti», la versión futbolera de «El novio de la muerte » que logró Glutamato Ye-Ye. Ha fallecido su artista , Iñaki Fernández, inconfundible por su bigote y su estadio no quiso descuidarse de él con esta canción donde se cita a Luis Aragonés y a otra mítica canción del conjunto , «Un hombre en mi nevera».
Una canción de amor como el que demuestra la afición rojiblanca por Alexander Sorloth, que dejó todo hecho antes de irse al reposo. Es difícil mantener esa intensidad a lo largo de noventa minutos. No lo hizo él ni ninguno de los 2 equipos, que ya dieron el partido por cerrado en el momento en que retornaron del vestuario.
Era una obra ahora especial y completa y no hacía falta tocarla. Ninguno de los jugadores parecía atreverse a modificar ese cuatro que había puesto Sorloth en el marcador. Solo Correa, el jugador que reemplazó al noruego, pareció presto a añadir un gol mucho más , pero su remate en los últimos minutos lo despejó Remiro a córner.